MORGANE BEAUREGARD








Breve historia del personaje:

La madre de Morgane se casó de negro.  Era una mujer de carácter y no le gustaba el blanco. Este dato no resulta demasiado relevante, por el contrario, pone de manifiesto el carácter, el genio y el atrevimiento de la que sería su primogénita. 

 Nacida en Poitiers, de padre astrónomo y madre aristócrata. De buena familia como cabía esperar. Siempre estuvo rodeada de exquisiteces. En su armario, vestidos de los más célebres modistos, una casa amueblada con los mejores materiales y verdaderas reliquias de coleccionista. Y en su tocador, tampoco podían faltar joyas de lo más espectaculares y valiosas.

Su apellido de soltera siempre fue Leloup: Morgane Leloup. Era una chica hermosa y deseada. Lucía vestidos de atrevido escote para exhibir aquella carne color miel de la que tanto se enorgullecía y faldas con cortes laterales para que se le vieran las piernas que tanto le envidiaban las mujeres. Dios había sido muy generoso con Morgane Marie Leloup hacía poco más de 20 años. Era creyente, no había domingo que no faltase a su cita con la iglesia. Fue a esa edad cuando comenzaría su andadura en la gran pantalla. No es que lo tuviese tan dificil como la mayoría de las actrices.  Sus contactos la ayudaron y su madre siempre se había empeñado en que su hija fuese una gran diva del cine. Sus dotes de actriz no eran extraordinarias, pero tampoco pésimas. Su agente le encontró un profesor de arte dramático que la ayudó a mejorar y le consiguió algunos papeles. A los ventitres años, el público ya empezaría a conocerla y su ese mismo agente se encargó de que su nombre apareciese con regularidad en los periódicos. Empezaron a invitarla a galas, grandes eventos de postín. Nunca fue la gran estrella pero todo el mundo la reconocía, sabían quién era. Destacaba más por su belleza y elegancia que por su presencia en el cine y ella era consciente de ello. Pero aquel era su sueño.




Fue en una de aquellas galas donde conocería a Clément Beauregard, por entonces un joven joyero que comenzaba a despuntar y cuyo negocio iba viento en popa, in crescendo. Morgane amaba sus joyas y no tardaría en amarlo también a él. Muchos la criticaron por entonces, Clément le convenía y la prensa sugería que aquella pareja sólo duraría hasta que ella lo decidiese. Pero no fue así. El maestro se había enamorado de la rubia de ojos grises aquella misma noche.  Fue más el interés de él por ella que al revés. Se casaron y ella adoptó el apellido Beauregard. En Francia, el matrimonio le otorga el derecho a asumir el apellido de su cónyuge y es una práctica común que las mujeres casadas usan el apellido de su esposo para todos sus documentos, oficiales o no, aunque no haya un proceso oficial que formalice su uso. 

Fue madre dos años después de su boda. Una niña a la que llamarían Margot. También muy bella pero inestable. Se escapaba con continuidad de casa. Armaba escándalos alla a dónde iba y era la comidilla de la prensa rosa. Margot terminaría siendo madre soltera  muy joven. Marine fue fruto de una de tantas escapadas de la chica. No quiso responsabilizarse de ella, ni siquiera podía responsabilizarse de ella misma cómo para hacerlo de un bebé. Morgane adoptó el papel de madre y crió a su nieta junto con su marido. La adoraban y terminó siendo  la niña de sus ojos.




Enfermó de cáncer de mama a los 61 años. Una lucha que duraría dos años. Sesiones de quimioterapia, viajes al extranjero y examinada por los mejores profesionales de Francia y parte del extranjero. No fue posible salvar su vida. Fallecería a los 63. Un año antes de su muerte había concedido una entrevista a un programa de la televisión francesa: '' El viejo y el joven, la edad no importa, el autoexamen es vital. Le puede pasar a usted.  El cáncer no entiende de géneros, razas o edades . Tampoco de posiciones sociales. Tenemos la responsabilidad de hacer que otros se enteren. Amo a mi familia y quiero dedicar mis años a disfrutar de mi marido y mi nieta. Lo que la enfermedad me permita.''